Medir es una necesidad propia de nuestro desenvolvimiento en el mundo que nos rodea.  Por ejemplo, las tribus del desierto necesitan conocer la distancia que hay desde un pozo de abastecimiento de agua hasta el otro, pues de este conocimiento puede depender la vida de la comunidad entera.

Para medir longitudes era común que los pueblos usaran partes de su cuerpo como referencia.  Es por eso que podemos encontrar patrones comunes a diferentes culturas, como el pie, aproximadamente la medida de un pie; el codo, la medida desde el codo hasta la punta de los dedos con la mano abierta; o la palma, la longitud de la mano abierta, es decir, el ancho de los dedos de la mano. 

Sin embargo, estos patrones traen consigo más de un inconveniente, ya que cada persona es distinta y cada medida será, por lo tanto, diferente. 

En el caso de necesitar precisión para alguna tarea en especial, por ejemplo la construcción de un artefacto, esta se echará a perder.

Un complemento imprescindible para muchos robots o vehículos controlados a distancia es un sensor que nos permita saber la distancia libre de obstáculos para movernos.

Para medir áreas grandes lo mejor es un sensor de ultrasonido

Si las distancias van a ser pequeñas podemos emplear sensores de infrarrojos, pero si queremos movernos en áreas grandes y poder medir distancias en un rango de varios metros el complemento perfecto es un sensor de ultrasonidos.

Emite un pulso de sonido a una frecuencia tan alta que es imperceptible para el oído humano y cronometra el tiempo que el sonido tarda en llegar a un obstáculo, rebotar y volver al sensor.

Un medidor de distancia ultrasónico es un equipo manejable y sencillo de usar, que permite efectuar mediciones de forma precisa mediante ultrasonido.

El sensor de ultrasonidos basa su funcionamiento en el mismo principio que usan algunos animales como los murciélagos o las ballenas.

Se envía una onda sonora y se analiza la onda reflejada para saber a qué distancia se encuentra el objeto que ha reflejado la onda.