Echar una siesta después de la comida es una excelente manera de reponer energías o relajarse, especialmente cuando no ha dormido bien por la noche o cuando lleva un estilo de vida ajetreado.

Hace que la persona tenga más energía, esté más alerta, además de prevenir enfermedades cardíacas, reducir la presión arterial, mejorar la memoria y aumentar la creatividad.

La siesta no es sinónimo de pereza o falta de cosas que hacer, sino más bien una recomendación médica capaz de mejorar el rendimiento en las actividades de la tarde y noche y, en consecuencia, una mejor salud.

¿Qué es una siesta?

Dormir después de comer es una tradición de origen mediterráneo también conocida como siesta. A pesar de estar muy relacionada con España, las raíces de la siesta se encuentran en el antiguo Imperio Romano, época en la que la población dividía el día en 12 horas, según la luz solar.

En esta lógica, los romanos dedicaban la mitad del día, o la sexta hora, al descanso de las obligaciones. La tradición llegó a España a partir del siglo XI, cuando se convirtió en norma en la orden de San Benito que los monjes durmieran entre las dos y las tres de la tarde. 

La costumbre se extendió al resto de la población y continúa hasta el día de hoy.

Por supuesto, con el ritmo y las tareas del siglo XXI, la siesta en España y en todo el mundo acabó adaptándose al día a día de la población moderna, haciendo las siestas más cortas y esporádicas entre semana.

¿Cuáles son los beneficios de la siesta?

No es ningún secreto que el sueño es un gran aliado de la buena memoria. Después de todo, es durante el sueño cuando la nueva información que retuvo a lo largo del día se convierte en aprendizaje.

Lo que quizás no sepas es que dormir después del almuerzo también puede contribuir a esto. Cuando echas una siesta por la tarde, aumentas tu capacidad de aprendizaje.

Esto se debe a que el cerebro puede almacenar lo que ya se vio y se hizo durante la siesta, dejándolo listo para asimilar nueva información.

Además, dormir después del almuerzo ayuda a descansar el cuerpo y la mente, ayudando a concentrarse en las actividades después de despertar.

La prevención de enfermedades cardíacas también encuentra beneficios en las siestas.

También puede contribuir a una mejor salud del sistema cardiovascular, principalmente al reducir la presión arterial, además de aliviar los síntomas del estrés.

Para que te hagas una idea, hacer al menos una o dos siestas a la semana durante cinco años puede reducir significativamente el riesgo de sufrir problemas cardíacos.

Otro beneficio es mejorar el estado de ánimo, que acaba cambiando a la hora de afrontar las tareas del día.

Como hemos visto, una siesta después de comer puede reducir el estrés, pero la cosa no se queda ahí. También puede generar una mayor sensación de felicidad y bienestar, además de favorecer la creatividad y la productividad.

Finalmente, entre los beneficios éste en particular vale mucho para niños y adolescentes: una siesta después de comer puede contribuir al crecimiento.

Esto se debe a que el cuerpo libera la hormona del crecimiento, durante el sueño. Por tanto, dormir bien es importante para el desarrollo físico.

Siesta y sueño nocturno: ¿son lo mismo?

No, dormir de noche y una siesta no son lo mismo. Aunque dormir un poco durante el día puede crear sensaciones de relajación y vigor, los efectos de los dos tipos de sueño en el cuerpo son muy diferentes.

La siesta no produce melatonina, no tiene el ciclo hormonal que se da durante el sueño nocturno y no llega al sueño REM para alcanzarlo se necesitan más de 30 minutos de sueño y en una siesta hay un ciclo más corto.

Cómo echar una buena siesta

Para obtener todos los beneficios de una siesta es importante que sea breve, es decir, evitar dormir más de 20 a 30 minutos seguidos. 

El mejor momento para tomar una siesta es entre las 14 y las 15 horas, o justo después de comer, ya que además de ser uno de los momentos del día en los que los niveles de atención suelen ser más bajos.

Las personas que trabajan por turnos o que tienen su propio horario de sueño deben adaptar el horario de su siesta para no interferir con sus horas de sueño, ya que una siesta demasiado cerca de dormir puede provocar insomnio.

Cómo crear un ambiente ideal para dormir

Muchas veces echamos la siesta en el salón en el sofá o buscamos un lugar tranquilo para que nuestra siesta sea productiva.

Pero la cosa cambia cuando hablamos del sueño nocturno, ya que tenemos que pensar que será nuestro momento de descanso toda la noche y es fundamental tener un buen ambiente que nos ayude a relajar y desconectar.

La luz juega un papel crucial en la regulación del sueño y el ritmo circadiano, y comprender cómo utilizarla en tu beneficio puede marcar la diferencia para lograr un sueño nocturno saludable e ininterrumpido.

Se sabe que la luz azul interfiere con la producción de melatonina, la hormona del sueño, lo que dificulta conciliar el sueño y perjudica la calidad del sueño.

Por ello, se recomienda evitar el uso de móviles, tablets y ordenadores al menos una hora antes de acostarse.

Además de la influencia de la luz, otros aspectos del entorno también pueden interferir en la calidad del sueño. 

Es importante crear un ambiente tranquilo, silencioso y confortable en el dormitorio. Intente reducir el ruido, utilizando dispositivos de ruido blanco o tapones para los oídos si es necesario.

Compruebe también la temperatura de la habitación, ya que un ambiente demasiado caluroso o frío puede interferir con el sueño.

Un colchón y almohadas adecuados, que proporcionen el apoyo y el confort necesarios, también son fundamentales para un buen sueño nocturno.

Una habitación acogedora es aquella que transmite sensación de confort y acogida.

Invierte en una decoración que transmita paz y tranquilidad, con colores suaves y objetos que te hagan feliz.

Además de crear un ambiente propicio para dormir, cuidar la alimentación, practicar ejercicio físico y adoptar técnicas de relajación pueden ser grandes aliados para mejorar la calidad del sueño.

Bueno, cuéntanos, ¿sueles echar la siesta a menudo?