La era de la tecnología no tiene límites y según datos de los distintos registros de patentes y marcas, cada día se registran unas 5.000 invenciones en todo el mundo, muchas de las cuales son modelos de utilidad relacionados con el mundo de la electrónica.

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Aunque la mayoría de lo que se inventa en todo el mundo son mejoras en mecanismos, formulas químicas, programas de ordenador y cosas tan variopintas como los movimientos de ciertas células, algoritmos o ecuaciones matemáticas complejas, las oficinas de registro de patentes también reciben en sus ventanillas a inventores portando documentación que les acredita como los primeros en registrar artículos tangibles que a diferencia de las formulas magistrales, podemos ver y tocar, aunque algunos cuesta adivinar lo que son hasta que no nos dicen lo que son.

Estos nuevos aparatos, por lo general hacen nuevas cosas, solucionan otras o simplemente las hacen de otra manera.

Es el caso de los relojes, que antes solo daban la hora y ahora pueden trasmitirla por bluetooth e incluso funcionan como un mini ordenador como es el caso de los nuevos relojes inteligentes que son capaces de mostrar la hora de cualquier país del mundo o servirnos de aparato de videojuegos o de GPS entre otras muchas cosas, ya que este nuevo concepto de reloj se conecta a la red de redes y nos permite navegar por internet y tener acceso a cualquier información con solo entrar en la página de Google o en la de cualquier otro buscador.

Los relojes son instrumentos de precisión que han evolucionado para ir adaptándose a las distintas épocas en las que han pervivido, desde los primeros relojes de sol y relojes de arena a los siguientes mecanizados que ya disponían de agujas.

El primer reloj automático lo inventó el relojero suizo Abraham-Louis Perrelet allá por el año 1770 y representó una revolución ya que no había que darle cuerda, algo que resultaba increíble para una época que aún no conocía la electrónica, y lo mejor de todo es que el mecanismo que encerraba en su caja estaba tan bien diseñado que funcionaba a la perfección y se autocargaba de energía mientras la persona caminaba llevando el reloj encima.

Si hace 250 años fueron capaces de inventar un reloj que se funcionaba mediante un mecanismo de oscilación de peso minituarizado que se movía arriba y abajo dando cuerda al reloj, es lógico que traspasada la frontera del año 2000 podamos lucir en la muñeca un sofisticado reloj smartphone capaz no solo de dar la hora con una exactitud digna de laboratorio metrológico sino que nos permite llevar el mundo en nuestra muñeca.