Un nuevo concepto de bolígrafo viene a completar lo no inventado hasta ahora por el hombre. Se trata del 888 un auténtico bolígrafo con una tinta que desaparece a las 2 horas de plasmarse en el papel.

Se trata de un bolígrafo con truco, o mejor dicho un bolígrafo con una peculiaridad secreta que solo quien lo compre será capaz de adivinar de lo que esconde en su interior.

El bolígrafo es similar a los normales, ya que por muchas vueltas que uno le dé no observará nada raro, pero en su interior esconde un prodigio de la ciencia química, ya que la tinta de este bolígrafo no es normal.

La tinta originariamente se extraía directamente de los calamares y solo era posible obtener tinta negra a partir de esta materia y añadiéndole aditivos y disolventes, pero gracias a los químicos, se han desarrollado tinturas especiales a partir de otras materias gelatinosas, y gracias a esto se obtienen tintas claras incluso de color amarillo, el color más bajo del espectro.

La tinta de este bolígrafo es de color azul, el color que más se utiliza en los bolígrafos desde los años 70, ya que la utilización de la tinta negra da lugar a dudas en los documentos fotocopiados que pueden confundir un original de una copia si la firma de un documento fuese negra.

Al estandarizarse el uso del bolígrafo azul, se disipan las dudas de si un documento es original o fotocopia, ya que las fotocopiadoras funcionan con toner de color negro, una tinta en polvo obtenida del grafito o carbón en polvo entre otros componentes.

El bolígrafo de Electrópolis tiene un recambio normal, pero la tinta azul es especial, tan especial que se evade a las dos horas de plasmarse en el papel.

Cuando escribimos con un bolígrafo de estos, todos los trazos se evaporarán como por arte de magia a las dos horas de escribir, lo que lo hace ideal para todo tipo de bromas o puestas en escena.

Este bolígrafo no debe utilizarse para fines delictivos, ya que la empresa que los fabrica y los distribuidores declinan cualquier responsabilidad por un uso inadecuado del mismo.

Tan perfecto es el trazo que deja, como la sorpresa de quien después compruebe que el escrito a desaparecido para siempre.